Thursday, April 19, 2012

Tropa de degustadores

Tropa de degustadores
Jueves, Abril 19, 2012 | Por Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Calcular cuántos hombres y
mujeres han compuesto la tropa de degustadores profesionales de Fidel
Castro, en su largo mandato dictatorial, es fácil. Basta tener presente,
como referencia, que su sistema de seguridad personal, dicho por su
propia prensa, abarca cien hombres. Es muy probable entonces que
disponga de otros cien trabajadores, los que, a pesar del riesgo que
corren de recibir muerte por envenenamiento, jamás han sido mencionados
públicamente.

Nadie o casi nadie en el mundo ha dramatizado tanto su historia personal
como lo ha hecho Fidel Castro. Este viejo dictador vencido por la
naturaleza, con una revolución convertida en su propio revés y con un
país en ruinas, no ha recibido ni una bala en su cuerpo, ni un rasguño
de clavo o una fractura de hueso en medio de una balacera, según sus
propias historias. Ni siquiera se sabe de alguna espina de pescado que
se le haya trabado en la garganta, pero no cesa de hablar de todos los
intentos de asesinato de que ha sido objeto, supuestamente.

Se ha hecho célebre una foto donde Celia Sánchez le coloca un diminuto
apósito en un dedo de la mano, así que ese pudiera ser el único rasguño
que sufrió durante heroico combate.

Pero, ¿a cuántos ha puesto en peligro de muerte? ¿Cuántos se juegan la
vida a diario para que Fidel Castro pueda tener más vidas que un gato?

Orlando es un pobre hombre que pasa de los sesenta años y vive en el
poblado de Santa Fe, al oeste de La Habana. Después de las tres de la
tarde, cuando el sol es menos bravo, sale en su bicicleta, hasta el
anochecer, a dar pedal y pregonar sus cucuruchos de maní y sus
empanaditas de guayaba. Así lleva más de cinco años, sólo para poner
algo a la mesa cada día, porque el negocio no da para hacer un viajecito
o tomarse una cervecita los domingos.

Pero años atrás, antes de ser vendedor ambulante, trabajó como
degustador profesional no sólo de Fidel Castro, sino en ocasiones de
grupos militares. Para él, era algo muy natural exponer su vida cuando
probaba una comida, con tal de valorar su sabor, o cuando la ingería
para descubrir si estaba envenenada.

Fueron años de grandes experiencias y temores, y también de privilegios,
porque se alimentaba como un millonario. Disfrutó de espléndidos
manjares. Platos hechos con caviar –me dice-, quesos parmesanos, trufas
negras de verano, exquisitos sándwiches, tiernos cerditos asados al
carbón, pavos rellenos, mariscos frescos, los mejores vinos del mundo,
cervezas extranjeras, whisky escocés, el vodka de Stalin, el mejor café
de las montañas orientales de Cuba, y puros, muchos puros. Qué manera de
probar buenos puros, hechos con el major tabaco de Pinar del Río.

Aparentemente orgulloso, me cuenta que no hace mucho, lo mencionaron en
internet, por su antiguo trabajo como degustador de Fidel. Sonríe y me
ofrece sus cucuruchos de maní, a sólo un peso cubano, y a tres pesos las
empanaditas.

Le pregunto si en el desempeño de ese trabajo no tuvo problemas con
algún alimento, y me responde que jamás. "Ni un dolor de barriga
–agrega-. Nada, porque lo bueno es lo bueno".

Y con la misma, se marcha, sonriente, dando pedal como si fuera un
muchacho de quince.

http://www.cubanet.org/articulos/tropa-de-degustadores/

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