Friday, September 7, 2012

La gran escapada

La gran escapada
Viernes, Septiembre 7, 2012 | Por Ibis Pascual

CORRALILLO, Villa Clara, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -El pequeño
puerto de la playa La Panchita, en la provincia de Villa Clara, parece
haber sido destinado a ser noticia este verano. Primero, los
pescadores sin barco para trabajar, por falta de piezas para el
arreglo, falta de pago a los trabajadores en las interrupciones
existentes, y falta de vergüenza de las autoridades locales. Luego,
temporadistas desalojados de sus propias casas, destrucción total de
las viviendas que se edificaban en la zona de la playa, más el
consecuente revuelo social.

Y ahora, lo más escandaloso: la visita del general Ramiro Leal
González, quien, con su familia y dos de sus camarillas, uniformados
como él, se presentó en el puerto, alegando que venían a investigar e
inspeccionar los hechos y sucesos que estaban ocurriendo en la playa,
porque habían llegado quejas al Consejo de Estado, en La Habana, sobre
la demolición de casas y el gran descontento popular.

Auto con chapa oficial, uniforme militar, terminología y documentos
acreditados. Todo lo trajo hasta la costa norte de Villa Clara el
presunto general Ramiro, de La Habana. Nadie tuvo dudas al respecto,
porque desde que comenzaron en la playa los conflictos de demolición y
desalojos, nadie ve raro que visitantes con la facha del general
Ramiro se presentaran frecuentemente.

Junto a su familia, y a los otros dos compinches, y exhibiendo todas
sus credenciales, el presunto Leal González recorrió la playa a pie,
junto a los dirigentes del municipio y la delegada de la zona. Lo
revisaron todo, palmo a palmo.

Nadie notó nada anormal. Nadie dudó de su comportamiento ni de su
actitud. Así como nadie consideró ilógico que visitaran los barcos del
puerto. Tampoco nadie vio irrazonable que entraran a los almacenes de
comida y hasta almorzaran gratuitamente en el restaurante.

Era muy normal todo, pues ya los anteriores visitantes, tanto los del
Consejo de Estado como los de la Asamblea del Poder Popular municipal
y provincial, lo habían hecho de la misma manera, se supone que con el
objetivo de comprobar cómo se estaba desarrollando el trabajo en la
playa y cómo se encontraba la oferta de alimentos para este verano.

Tampoco hubo objeción alguna cuando el general Ramiro pidió muy
formalmente, en Guardafronteras, uno de los barcos camaroneros, de los
mejorcitos que tuvieran en el puerto, para explorar parte del litoral,
acompañado por su familia y compinches.

Así fue como los mismos trabajadores del puerto, dirigidos por sus
respectivos jefes, le recolectaron en el barco alimentos, refrescos y
agua para estar algunas horas "dando vueltecitas por los cayos
cercanos y por el litoral".

A nadie le llamó la atención que Leal se negara rotundamente a que lo
pilotara el mismo timonel del barco, arguyendo que eso no era
necesario, porque uno de sus guardaespaldas era un eminente marino,
capitán de los guardacostas de La Habana.

Conclusión, hasta hoy, los del puerto continúan esperando por su
regreso y su informe sobre la visita de reconocimiento. Los ojos de
los dirigentes del municipio se han perdido mirando hacia el mar, en
busca del barco camaronero.

Los muchachos de guardafronteras, jóvenes que ahora cumplen su
servicio militar en la zona, tuvieron que gastar todo el combustible
que le dan para el patrullaje de la semana, porque fueron obligados a
revisar, tramo a tramo, cada pedazo de los cayos aledaños y de todos
los recovecos adyacentes, en busca del camaronero y de sus
tripulantes, ya que podían estar accidentados o rotos en algún lugar.

Al otro día de este hecho, fue cuando apareció el barco camaronero.
Regresó solo y al parecer venía arrastrado por las fuerzas de las
olas. En su interior no se encontraban ya los alimentos, ni tampoco
los tripulantes. Pero sí los tres uniformes militares.

Ahora la playa está inanimada y silenciosa. Y, por supuesto, los
equipos de demolición que pretendían arrasar por completo fueron
trasladados del lugar. Puertas adentro, todos murmuran que el general
Ramiro, de La Habana, y sus guardaespaldas, vinieron a darle el
merecido escarmiento a los que con tanto odio destruyen La Panchita.

En los cotilleos, se insiste en cuanto a que el tipo no es general,
sino un pícaro que decidió sacar lasca de los problemas de la zona, y
que disfrazado y con falsos documentos, se voló para la yuma, con los
recursos de la corrupta jerarquía política.

Lo que sí se puede decir, con total certeza, es que todavía no se ha
presentado allí ningún "peje gordo" para investigar este caso. Debe
haber mucho miedo en el ambiente. Porque todo indica que este embarre,
que ahora pretenden acallar, es más escandaloso que la misma
demolición de la playa La Panchita y aun que sus ya populares
desalojos.

http://www.cubanet.org/articulos/la-gran-escapada/

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